AÚN LO RECUERDO

VÍCTOR CÁZARES

CAPITULO UNO
EL REMITENTE

Esto sucedió diez años atrás, pero aún lo recuerdo como si fuera ayer. Cuando cursaba la universidad, me encontraba en una etapa de mi vida en que no sabía quién era en realidad, miraba a mis compañeros de clase; eran muy distintos a mí, todos tenían gustos, preferencias y personalidades tan diferentes y distantes a las mías.

Recuerdo que cada día, salíamos a un pequeño receso, un tiempo en el que convivíamos; comíamos, platicábamos, hasta hacíamos tarea de clases que estaban a pocos minutos de empezar.

Así eran la mayoría de los días, una vida rutinaria para unos jóvenes de entre veinte y veinticinco años, que lo único que hacen es "estudiar". Algunos de ellos con empleos por las tardes, yo no.

Mis tardes servían para hacer tareas escolares, ver televisión y perderme por horas en el internet; viendo videos, jugando en línea, revisando muros y perfiles de amigos y conocidos en el "feis", como siempre lo ha llamado mi madre.

Aquella tarde, platicando por chat con John, (uno de mis mejores amigos) me di cuenta que alguien más quería charlar conmigo, abrí el buzón de mensajes, y ahí estaba uno nuevo.

La curiosidad me ganó, y lo abrí, (debo confesar que la miniatura de la foto de perfil del remitente me pareció algo atractiva) podía leer un simple "Hola".

- ¿Qué clase de persona te envía un "Hola" solamente? - me pregunté, al mismo tiempo que respondí y reí en mi mente - ¡Pues todos, jaja! -

Decidí contestar de igual manera, con ese mismo vocablo de cuatro caracteres, que si bien es una palabra muy corta, siempre es el inicio para una conversación.

Platiqué por un buen tiempo con aquel remitente durante varias horas, el diálogo digital se volvió de larga duración. Mientras leía cada mensaje, yo estaba sentado frente a mi computador, cerca de la ventana de mi habitación, por dónde entraba un aire que refrescaba la que ahora continúa siendo mi alcoba.

Cada vez me parecía más interesante la vida del remitente, tanto que aquel chat culminó en una cita. Me dispuse a buscar algo de ropa, bañarme, perfumar mi cuerpo con una fragancia que olía "rico" según algunos comentarios de conocidos, y a salir de casa.

Harán ya unos diez años, pero aún lo recuerdo, recuerdo cuando el remitente llegó al mismo lugar en el que yo me encontraba; me miró, me saludó de mano, y rápido le ofrecí un trago (había que ser amable y cortés).

- Hola - me dijo, al yo volver con un vaso relleno de cerveza clara y refrescante para acompañar la velada.

- Hola, ¿Cómo estás? - respondí, un poco intimidado, mientras agachaba mi mirada y veía hacia el suelo.

La charla que habíamos tenido hace unos pocos minutos antes en el chat, se había trasladado hasta aquel lugar, ya no había de por medio una pantalla o distancia prolongada alguna, estábamos frente el uno al otro.

Nos mirábamos fijamente a los ojos por tan sólo un par de segundos, (creo que el remitente se sentía también algo intimidado), comentamos cosas de ambos; intereses, gustos, pensamientos, etcétera.

Aquella noche terminó, yo volví a casa, y el remitente, ciertamente no lo sé. Harán ya unos diez años, pero aún lo recuerdo, recuerdo cómo por primera vez, aquel encuentro me ayudó a terminar de armar uno de los rompecabezas de mi vida, que a su vez se transformó en el descubrir y planteamiento de quien era yo en realidad y quién seguiría siendo.

CAPITULO DOS
UN NUEVO CONTACTO

Hoy, como varias veces en mi vida, me pongo a remembrar algunos pasajes que sucedieron en mi pasado, cosas que viví y que a la fecha aún lo recuerdo.

En una ocasión (como de costumbre) vagaba por el mundo electrónico del internet, hacía lo que habitualmente solía realizar por las tardes libres, después de terminar mis tareas de la escuela y haber comido algún platillo que mamá había preparado para la familia.

Una invitación a un evento se reflejó en el panel de notificaciones, en mi perfil de Facebook, era una llamada para asistir al festejo de cumpleaños de un sujeto que tenía en mis contactos, yo no sabía ni quien era en realidad.

Veía cuantas personas confirmaban su asistencia al evento, así que ¿por qué no?, también confirmé la mía, dejé a un lado mi teléfono celular y me dispuse a dormir, pero la luz de la luna que brincaba hacia el interior de mi habitación por la ventana, aquella noche, me lo impedía. Tardé un rato, hasta que me harté, me levanté de la cama y puse una manta de amplio grosor sobre el marco del portillo y ¡voilá!, problema solucionado.

Ahora mi celular era el inconveniente, se había vuelto loco, o algo así, comencé a recibir solicitudes de amistad por montones, las acepté todas, era un alago para mí, todas esas personas querían ser mis amigos en la red, hasta popular me sentía.

A los pocos días, entablé conversación con uno de los nuevos contactos, una persona de mi edad, relativamente, y quien se encontraba ahora dentro de la lista de mis nuevos contactos. Veía en el nuevo contacto a un ser alegre, joven, con gusto por su forma de vestir y apariencia física, (algo que para mí era significativamente irrelevante).

En la primera cita que tuvimos, yo vestía algo elegante (según mi punto de vista), camisa negra, pantalón en mezclilla y un corte de cabello muy natural. Cuando el nuevo contacto llegó a la plaza comercial, sentí nervios, el estómago comenzó a realizar gruñidos, no era hambre.

- Hola, ¿Cómo estás?, ¿Tienes mucho esperando? - me preguntó viéndome fijamente a los ojos, mientras al mismo tiempo me estrechaba su mano, un poco sudorosa, ahí deduje que yo no era el único que mostraba señales de nerviosismo.

- Hola, No. No tengo mucho aquí, llegué hace quince minutos - le respondí y agregué - ¿Te parece si entramos al cine? - El nuevo contacto inclinó y levantó su cabeza un par de veces, había aceptado mi sugerencia.

Un par de citas más, bastaron para que yo comenzara a sentir algo más que gruñidos en el estómago a la hora en que nos veíamos. Empecé a ver más allá de su buen gusto por la ropa o del aspecto físico que portaba; había carisma, química, buena plática, en fin, pasaba bien el tiempo a su lado.

Pero como muchas personas suelen decir "Todo tiene un principio y un final", "Todo lo que empieza acaba", "Nada es para siempre" y otras tantas frases similares que se utilizan para describir el ciclo de algún evento. El fin en ésta corta, pero muy satisfactoria relación concluyó. El motivo, jamás lo comprendí, de hecho a la fecha sigo sin entenderlo, como muchas otras tantas cosas, pero aún lo recuerdo.

Recuerdo esa noche en que mis ojos comenzaron a sentir el porvenir de alguna o varias lágrimas, era un llanto silencioso, sin ruido, no como los que solía ver en las películas o programas de televisión cuando estaba con mi familia en la sala de nuestro hogar.

Así fue el final de aquel episodio en mi vida, aquel final que acabó con un sentimiento lindo que yo tenía, un sentimiento del que pocas veces había llegado a gozar, pero que aún lo recuerdo.

CAPITULO TRES
FIGURAS EN LA OSCURIDAD

Cuando estaba por concluir mis estudios de universidad inicié labores profesionales en una empresa de periodismo, a la par, comenzaba una relación a distancia con una persona extranjera.

¿Cómo fue que terminé en algo así?, no sabía exactamente el transcurso que habían tomado las cosas en mi vida, era algo complicado de explicar.

En mí, había un tipo de necesidad por empatizar con alguien, un estilo de falta de complemento con la ideología en mi cabeza de "borrón y cuenta nueva", por lo que tiempo atrás había pasado, así que se dio la oportunidad de relacionarme con una nueva persona; una persona que no era de mi país, pero que aún lo recuerdo.

Los gustos, estilos y formas de vivir en todas las naciones varían, y ésta ocasión no era la excepción; la forma en que nos comunicábamos, empezando por el idioma, era completamente diferente, las ideas que teníamos acerca del amor no coincidían, los pensamientos sobre formalizar una relación no cuadraban, en fin, todo era un embrollo.

Mi ser empezaba a experimentar nuevas experiencias en el amor, los celos y las discusiones de pareja llegaron, no sabía cómo manejar éstas situaciones. El hartazgo se apoderó en mí, y opté por finalizar esa relación, que lejos de hacerme feliz me complicaba la existencia.

Aún lo recuerdo, me armé de valor y dije - Esto no pude seguir así, no es satisfactorio, ni mucho menos gratificante para una persona - por lo que de mi boca y sin mucho pensar salieron las palabras que darían terminación a aquella relación; "Este es el fin" dije. Ahí se completaba un ciclo más en mi vida, un ciclo que me afectó, pero que gracias a él aprendí que cuando algo no está bien, es porque no lo está.

En el crepúsculo de la medianoche, ese mismo día, me encontraba tendido en mi cama; me dispuse a mirar hacia el techo de la alcoba; en la oscuridad podía ver como se formaban figuras en la cubierta de concreto, imaginaba que veía rostros, era divertido para mí, así me distraje por un buen rato durante varias noches, hasta que el sueño terminaba por vencerme, mis ojos se cerraban lentamente y quedaba dormido con la imagen en mi mente de aquellas figuras que se formaba imaginariamente en lo más profundo de ella.

Para las mañanas siguientes, aquellas imágenes que había cimentado en mi mente se habían esfumado, junto con la situación de mi anterior rompimiento, ya no había rastro, no había recuerdo, todo había quedado atrás.

CAPITULO CUATRO
TIEMPOS

¿Qué es el tiempo? ¿Alguien sabe con certeza que es en realidad el tiempo? ¿En verdad existe, o es simplemente una ilusión creada por un colectivo de miles o millones de personas que habitan en éste planeta? Esas son varias preguntas tontas y sin sentido que aún lo recuerdo, en ocasiones me planteé, cuando no tenía mucho que hacer en mi tiempo libre.

El diccionario nos brinda una interpretación que dice que el tiempo es un "periodo determinado durante el que se realiza una acción o se desarrolla un acontecimiento", eso quiere decir que a mis ex relaciones les puedo llamar "tiempos".

Vinieron varios "tiempos" más para mí, algunos gratos, otros no tanto, y pues en realidad hubo "De tocho morocho", como diría mi abuela, una frase que aún la recuerdo y que cuando era más pequeño no terminaba de entender la referencia a la que hacía alusión, - ¿Que es un tocho, y un morocho? - me preguntaba cuando escuchaba que la decían, jamás le cuestioné a un adulto sobre aquel par de términos, era una duda fugaz, prefería continuar juagando en las escaleras de la casa de mi "abue".

Después de algunas relaciones con ciertos pasajeros de mi vida, llegué a formar una ideología, la cual terminé por sembrarme en la cabeza: "Las personas no necesariamente nacen para estar en pareja", es decir; tras varios amoríos fallidos y no con los mejores resultados, esa era la deducción que yo me había creado y a la cual le sería fiel en delante.

Que equivocado estaba, la vida, el destino, o no sé qué cosa del universo, me estaban preparando una jugada más.

CAPITULO CINCO
UN NUEVO 'HOLA'

De esto, no hace diez años, es algo reciente, algo que como las vivencias anteriores, quise olvidar, pero que aún lo recuerdo...

Cerveza, cigarros y un poco de música, había en mi habitación aquella noche de enero. Me encontraba solo, como de costumbre, relajado, disfrutando ese momento, cuando de pronto mi teléfono iluminó su pantalla, una nueva solicitud de amistad había llegado a mi Facebook, rápidamente recordé los tiempos en los que habían caído otras tantas más.

Esta vez no era igual, solo había una reciente, pero como las anteriores, la acompañaba un mensaje de texto con la palabra "Hola". Un nuevo "Hola" había llegado a mi vida. Sin nada que hacer, más que beber y fumar, y atraído por la intriga de enterarme quién era ésta nueva persona, respondí el llamado, aceptando la petición virtual de amistad y con una contestación textual de "Hola". Si, el mismo vocablo de cuatro caracteres, que si bien es una palabra muy corta, siempre es el inicio para una conversación.

La persona velozmente replicó - ¿Cómo estás? Me llamo tal, soy nueva en la ciudad y busco amigos para salir, me caería bien compañía - me escribió. Rápido nos hicimos de una charla, intercambiamos números telefónicos y continuamos texteando por un servicio de mensajería muy popular, de esos que son muy utilizados hoy en día por todas las personas.

Al cabo de prolongar la conversación por varios días, le invité a mi casa, compramos cerveza, cigarrillos y pusimos música. La velada parecía ir del todo bien, me confesó gran parte de su vida y yo de la mía, congeniamos muy bien, entonces mientras la persona charlaba y a la vez daba varios tragos a su bebida, sentí de nuevo aquel par de sensaciones que había experimentado en mis inicios.

Estaban de nuevo los nervios, en una cantidad menor, pero ahí estaban, daban señales de estar presentes, y los gruñidos del estómago también optaron por aparecer, ellos no se escuchaban mucho, debido al ruido que emanaba la bocina que reproducía la música.

Finalmente pasamos la noche juntos, ahí estábamos los dos, tirados en mi cama, acostados, cada quien en un extremo del colchón, que por cierto, es matrimonial, claramente había espacio suficiente para ambos, no hicimos nada más que conversar durante toda la noche, hasta que el sueño nos venció cerca de las seis de la mañana. Esta vez no miré hacia el techo de mi alcoba, tratando de formar figuras en mi mente, ésta vez no había nada que olvidar, éste era un nuevo "tiempo" en mi vida, uno que no sabía el rumbo que tomaría, pero que aún lo recuerdo.

CAPITULO SEIS
MI HABITACIÓN

Tacos, un platillo típico y muy representativo de México, mi comida favorita. Fuimos varias veces a comerlos, yo disfrutaba ampliamente el sabor de ese platillo, tanto como su compañía. El lugar regularmente no tenía tanta clientela, me gustaba que nos sentáramos en mesas apartadas de los demás, quería un poco de privacidad al comer.

En diferentes citas, acostumbrábamos a caminar y recorrer lugares de la ciudad en la que yo vivía; visitamos plazas públicas, centros comerciales y algunas avenidas principales en la zona centro. No era la gran metrópolis, era un "rancho" como lo llamaban los habitantes de la ciudad vecina, que ciertamente no es tan grande tampoco, ni un destino turístico muy apetecible para visitar.

Al paso de algunos días, y con unos altibajos en la relación, una nueva oportunidad de empleo en su ciudad natal se le presentó, rápidamente pensé - me abandonará, se iría por conveniencia laboral a trabajar lejos de mí - pero no, sorpresivamente no fue así.

La propuesta llegó, - vente conmigo, vamos a empezar una nueva vida, lejos de aquí - aunque mi rostro no lo reflejaba y mis facciones no decían mucho, quedé un tanto sorprendido. Mi mente comenzó a dar vueltas tan rápido, como cuando una estrella fugaz suele verse caer del cielo, o pasar sobre el firmamento, fue en cuestión de segundos que me pregunté - ¿Irme? ¿A un lugar que no conozco? ¿Lejos de mi familia y mis pocas pero muy preciadas amistades? ¡Claro que no!, respondí brevemente.

La intención de llevarme a su lado en aquella travesía que emprendería continuó un par de días, hasta que finalmente me convencí, - No está tan mal - dije, y rápidamente un día antes de su partida, empaqué mis cosas.

Lo que sería la despedida entre dos seres aquella tarde, fue el comienzo de un nuevo viaje para dos personas que se habían conocido hacía poco tiempo atrás, y que, en cuestión de días sentían que se amaban y querían estar el uno con el otro para siempre.

La partida inició y el recorrido duró un par de días, visité lugares que siempre había querido conocer, como las pirámides de Teotihuacán, al noreste de la Ciudad de México, y el mar de alguna costa, sin importar cual fuera ésta.

Nuevamente y como en alguna ocasión anterior de mi vida, surgieron problemas y disgustos, acompañadas siempre por discusiones, si algo había aprendido en otras etapas de mi vida y que aún lo recuerdo, era que "cuando algo no está bien, es porque no lo está", y decidí marcharme.

Volví a casa, con mi familia, mis amigos, a mi ciudad de origen, donde he crecido; volví a mi habitación; aquella que cuando hay luna, su luz brinca hacia el interior por la ventana; por dónde entra un aire que refresca el resto de mi alcoba y donde por las noches al mirar hacia el techo en la oscuridad puedo ver como se forman figuras, esperando que el sueño me venza y mis ojos se cierren lentamente hasta quedar dormido, para que a las mañanas siguientes, esas imágenes que he cimentado en mi mente, se disuelvan, junto con la situación de mi anterior rompimiento, para que ya no quede rastro, no resistan los recuerdos, y todo haya quedado atrás.

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